Este post forma parte de una serie sobre el embarazo, nacimiento y post parto de mi tercer hijo. Para leer la Parte I haz clic aquí y para leer la Parte II haz clic aquí.
Como yo soy ORH negativo, me dio mucho gusto saber que no necesitaría la inyección de Rogham, ya que el bebé era también ORH negativo.
Como en mis otros post partos, mi esposo se quedó conmigo la primera noche y la siguiente se quedó mi mamá. Ellos me ayudaban cambiando los pañales y trayéndome el bebé hasta la cama para que le pudiese dar pecho.
Dormí muy poco la verdad, no tanto por el bebé, sino porque entre el ruido de la máquina cada vez que se acababa el medicamento, las enfermeras entrando a chequear mis signos vitales y la sonda que no drenaba, tuve para entretenerme bastante.
El martes a la mañana mi esposo fue a buscar a los nenes y a mi mamá para que conocieran al bebé, fue realmente muy lindo verlos interactuar, pero también fue muy cómico porque ellos creían que habían ido a buscar al bebé para irnos a casa.
Oliver, mi hijo del medio estaba muy preocupado por mi, pero le tuve que mostrar la herida (como había hecho con Bruno) para que entendiera que no lo podía cargar como antes y que pasaría un tiempo hasta que pudiese cargarlo de nuevo.
En la mañana también llegaron los médicos, tanto para mi como para el bebé. Aproveche para pedir que le chequearan la bilirrubina, porque mis dos hijos anteriores habían tenido problemas. Me aseguraron que todo se veían súper bien y que no había problemas.
El resto del día transcurrió sin problema. Pedía la medicación para el dolor y continuaba amamantando a libre demanda.
Esa noche, cuando estaban por cumplirse las 24 horas del sulfato de magnesio, empecé a sentir incomodidad en el brazo izquierdo y le pedí a mi mamá que me alcanzara una almohada para poder estirar el brazo y que no me molestara. Ella me mira y me dice, no será que se te infiltró? yo le contestó que no creo, que todo se ve bien.
Coloco el brazo estirado sobre la almohada y seguimos hablando, pero no habían pasado ni dos minutos y miro la vía y me vi una bola en el brazo, efectivamente, la vena se había reventado y el líquido estaba yendo para todos lados, menos para la sangre, así que me tocó llamar a la enfermera.
Yo rogaba que no me pincharan de nuevo porque faltaba como 30 o 20 minutos para que se cumplieran las 24 horas, pero por suerte la doctora dijo que no había necesidad de pasar por todo eso por tan poco tiempo.
Cuando por fin me sacan la vía, me sacan la sonda también y tuve la libertad para levantarme de la cama.
Fue difícil y necesité la ayuda tanto de la enfermera como de la auxiliar para levantarme de la cama. Me llevaron hasta el baño y me ayudaron a limpiarme.
La noche transcurrió prácticamente igual a la anterior, con la única diferencia que ahora me tocaba levantarme al baño para ir a orinar y realmente tenía que poner todo de mi para dar cada paso.
A la mañana llegó la doctora y me quitó la gasa que cubría la herida, con tan mala suerte que había hecho reacción a la cinta adhesiva y cuando me la quitó, se fue un pedazo de piel, el cual tardó casi tres semanas en sanar porque estaba en un lugar donde rozaba con la ropa cada vez que me sentaba y me levantaba.
Mi esposo trajo a los niños y entre todos me trajeron un ramo de flores hermoso por motivo de nuestro aniversario de bodas. Los niños estuvieron un rato, luego pasaron a saludar compañeros de trabajo del hospital y pase el día moviéndome un poco más, porque aunque estaba adolorida, cuando caminaba me sentía bien.
La tercera noche la pasó mi esposo conmigo porque supuestamente nos iban a dar de alta el jueves, ese día por fin pude bañarme.
En realidad, mi esposo me bañó. Nunca imagine que 15 años después yo iba a estar en mi momento más vulnerable y que justamente él fuese quien me ayudara desde enjabonarme, enjuagarme, secarme y vestirme porque yo no podía hacerlo por mi misma, fue un momento en el que sentí apoyada, amada tal y como era (y nada sexy), pero ahí estábamos los dos, celebrando el regalo tan inesperado que nos había mandado el cielo y haciendo honor a esa promesa que nos habíamos hecho hace 15 años, de querernos y respetarnos tanto en la salud como en la enfermedad.
El jueves a la mañana pasaron a revisarnos de nuevo y esta vez vino otra pediatra, ella escuchó lo que había pasado con la bilirrubina de Bruno y Oliver y decidió chequear una vez más porque yo lo veía amarillito como una vez vi a sus hermanos y resultó ser que yo tenía razón.
A mí me dieron de alta, pero a Giovanni no porque la bilirrubina había subido y necesitaban ponerlo bajo la lámpara, así que nos trasladaron a otro cuarto mucho más pequeño que usan para casos como el nuestro para podernos quedar con el bebé porque la doctora no quería que se repitiese el patrón de ser dados de alta y readmitidos por la bilirrubina.
Lo pusieron bajo la lámpara y sobre un manta de luz para que le dieran por todos lados. Yo le seguía dando pecho y le dejaba la manta abajo para mantenerlo con la luz el mayor tiempo posible.
Nos vamos a casa
Lo chequearon varias veces, hasta que el viernes a las 11:30pm le había bajado lo suficiente y le dieron el alta con la condición de que lo llevásemos al pediatra y le continuáramos la fototerapia en casa con una manta de luz que nos iban a facilitar a través del seguro médico.
Yo por suerte ya había hecho la cita en el pediatra para el sabado, pero además nos tocó ir al Hospital de niños para que le sacaran sangre, porque cuando los bebés están recibiendo fototerapia, el aparato que usan para medirla sobre la piel no es totalmente efectivo y tienen que hacerlo a través de la sangre.
Sábado, domingo, lunes y miércoles tuvimos que ir al laboratorio a sacarle sangre a Gio y luego a consulta. Querían chequear que estuviera subiendo de peso y que la bilirrubina fuese bajando.
El miércoles le descontinuaron la fototerapia para ver cómo se comportaba su cuerpo y era capaz de deshacerse de la bilirrubina sin ayuda de la lámpara, por suerte al sacarlo no le bajó, pero tampoco le subió, así que una vez lo sacamos de la lámpara no tuvimos que ir mas al laboratorio porque la verdad es que es bien difícil ver cómo pinchan a tu bebé para sacarle sangre del taloncito.
El viernes de esa semana fuimos a consulta y luego al siguiente lunes para ver que todo fuese bien y finalmente nos dieron el ok para volver solo para el chequeo de los dos meses.
Una vez que la bilirrubina empezó a bajar, me quede mucho más tranquila y creo que habrá tardado algo de tres o cuatro semanas es irse el amarillito de los ojos.
Si me hablaron de darle formula para ayudarle a deshacerse de la bilirrubina, pero al igual que con Oliver, decidí continuar dando pecho exclusivamente y a libre demanda, eso si, hacía un esfuerzo por registrar en una aplicación cuantas veces y cuanto tiempo amamantaba por día, así como de la cantidad de pañales mojados y sucios para monitorear su progreso.
Como ves, las primeras dos semanas fueron de corre, corre y de arriba para abajo. Fue algo difícil porque aunque mi mamá y mi suegra estaban aquí, igualmente todos los días tenía que salir a llevar a Giovanni a consulta, y una vez que se recuperó del todo, Bruno empezó las clases así que me tocaba llevarlo a la escuela a la mañanas porque aunque mi mamá maneja, no sabe de direcciones y no se atreve a salir sola, total que mi postparto no fue encerrada en ningún momento.
Mi herida sanó muy bien y estuve sangrando unas cinco semanas en total. Debo decir que a pesar de que las dos semanas fueron poco convencionales y que no pude tener mi soñado VBAC, éste fue un nacimiento que me ayudó a curar heridas, a aceptar que no puedo controlar las cosas y realmente me enfoqué en mi bebé, en que gracias a esa intervención quirúrgica, tanto su vida como la mía están intactas y podemos disfrutar de estar juntos en familia.
Encapsulé la placenta y al empezar a tomar las cápsulas, noté como me daban fuertes dolores de cabeza, así que las suspendí porque creo que las hormonas se me estaban alborotando mucho y me dio miedo, en especial porque la placenta está cargada de hormonas, pero también de las toxinas, porque actúa como un filtro entre la madre y el bebé.
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