Mi tercer embarazo fue totalmente sorpresa, yo realmente siempre había querido tener mas hijos, pero despues del embarazo de Oliver y las complicaciones con la presión que me llevaron a una cesárea, habíamos decidido quedarnos con solo dos (puedes leer la historia de su nacimiento, parte I y parte II), pero como Dios se ríe ante los planes que uno hace, justo a las 10 semanas me entere que estaba embarazada.
Si, 10 semanas, ni yo misma me lo podía creer que había pasado tanto tiempo y ni cuenta me había dado.
Bueno, en mi defensa debo decir que amamante a Oliver por dos años, así que si habré visto dos o tres periodos después de su nacimiento fue mucho, entonces la falta de menstruación no era una alarma y mucho menos motivo de sospecha.
Aunque no lo creas, lo que me hizo entrar en duda fueron las náuseas y la vomitadera. Yo en esos días estaba haciendo un detox en donde había eliminado lácteos, gluten, maíz, chocolate y otras frutas y verduras y estaban consumiendo muchos jugos verdes.
Una mañana esperando el ascensor en el trabajo, me entraron de repente unas nauseas espantosas y unas ganas de vomitar increíbles. Como pude llegue al baño y justo después de vomitar, me contacté con mi health coach y le conté lo que me había pasado y ella me dijo que muchas personas experimentaban ese tipo de síntomas porque era la manera que tenía el cuerpo de resistirse al cambio.
Durante el resto de la semana hubo días que tuve náuseas solamente, pero no eran constantes, así que opté por tomarme las vitaminas de noche y saltarme el agua tibia con limón de la mañana ya que le achacaba las náuseas a la combinación.
Cuando llega el fin de semana, aproveche para dormir un poquito más. Justo mi mamá estaba de visita, así que me ayudó a preparar el jugo verde de todas las mañanas y luego me comí una manzana, la cual parece ser la que desencadenó un viaje inmediato a abrazar la poceta.
Demás está decir que empecé a atar cabos y me hice la prueba. Lo cómico es que estaba tan en shock que no le dije a nadie y solo le conté a mi esposo en la noche.
Por alguna razón tenía pánico de contar que estaba embarazada, principalmente porque no tenía la más remota idea de cuánto tiempo estaba, de hecho, lo contamos luego de haber tenido el primer ultrasonido.
Niño o Niña
Algo divertido que decidí durante este embarazo, fue el no averiguar si era niño o niña. En parte para extender el factor sorpresa del embarazo, pero también en parte para experimentar qué se sentía, ya que con los otros dos embarazos sabíamos que eran niños.
Sorprendentemente, cada vez que le decía a alguien que no sabíamos el sexo del bebé, estaban los que creían que sabíamos y simplemente no queríamos decir nada, pero también estaban los que se sentían de alguna manera traicionados porque no iban a poder comprar el regalo acorde al sexo y me decían que como les hacía eso.
Yo me reía mucho porque si yo que era la mamá no me preocupaba lo más mínimo si era niño o niña, porque los demás se iban a preocupar. Además, existen bastantes opciones neutrales para escoger.
Embarazo Geriátrico
El embarazo transcurrió bastante normal. Lo único que cambio comparado a los otros dos, fueron las consultas con los ginecólogos obstetras en vez de con las parteras, ya que por las complicaciones con el embarazo anterior, ya entraba en la categoría de alto riesgo, además, se considera que una mamá está en la categoría de riesgo, cuando tiene de 35 años en adelante así que yo calificaba para la etiqueta.
Esta vez también decidí no hacerme las pruebas de sangre para descartar problemas, ya que el porcentaje de veracidad es muy pequeño y no pesa lo suficiente para desequilibrar mi salud mental, además, el resultado no iba a cambiar mi decisión de tener el bebé, así que por tercera vez, no hubo pruebas genéticas de ningún tipo.
Al igual que los embarazos anteriores, decidí trabajar hasta el final, no solo para poder ahorrar al máximo mis días de vacaciones y así recibir al menos seis semanas pagas, sino también para mantenerme activa.
Durante este embarazo decidí poner en pausa el blog y el podcast y enfocarme en estudiar para certificarme como Health Coach a través del Dr Sears Wellness Institute. Esto era algo que tenía ganas de hacer por mucho tiempo y cuando quedo embarazada, como que encontré el impulso que necesitaba, además que soy una fiel seguidora de Dr Sears porque tiene un enfoque natural en su práctica como pediatra, pero totalmente basado en la ciencia.
Al igual que cuando quede embarazada de Oliver, cuando nos enteramos de este embarazo, mi esposo entró en pánico y empezó a buscar una casa más grande porque ahora seríamos cinco, así que entre la familia, el trabajo y mis estudios, también invertimos tiempo en ver casas y cuando finalmente encontramos la casa ideal, pues mi esposo se encargó de remodelarla antes de mudarnos junto con un maravilloso amigo que prácticamente se mudó por casi dos semanas para poder terminar los pisos, los gabinetes de los baños y counters.
Debo decir que logramos mudarnos porque tenemos unos amigos maravillosos. Amigos que venían a casa a empacar y nos ayudaron a mover todo de una casa a otra.
Realmente para cuando nos mudamos ya yo estaba agotada física y mentalmente, así que si no hubiese sido por ellos, no hubiésemos podido lograr ni la mitad de los cambios y ni siquiera poder desocupar la casa para dejarla lista para el inquilino a quien se la íbamos a alquilar.
A pesar de que este embarazo fue sumamente agitado, en el sentido de tener a mi cargo a dos hijos, mudanza, trabajo y la certificación de Health Coach para la que tenía que estudiar y hasta presentar un examen final, la verdad es que pasó sin mucho problema.
Documente el crecimiento de mi panza mucho más seguido que con los otros dos y creo que como la barriga me salió prácticamente el mismo día que me enteré, mi esposo me ayudaba muchísimo en las tareas del hogar y literalmente era quien acostaba a los niños todas las noches porque para mi era imposible subir las escaleras todas las noches.
Debo decir que durante mis tres embarazos sufrí del nervio ciático, pero fue justo con el tercero que descubrí el quiropráctico y realmente no se como hubiese sobrevivido sin él, ya que si bien me dolía un poco, era más bien una molestia y no el dolor insoportable que sentí con los otros, así que si estás embarazada, el quiropráctico se puede convertir en tu mejor amigo.
¡Semana 36!
Una vez alcance las 36 semanas, realmente estaba preparada para tener el bebé en cualquier momento, sobre todo por mis antecedentes y porque había estado con contracciones, las cuales aunque no eran dolorosas, realmente eran la señal de que las cosas se estaban moviendo.
En este punto del embarazo y por precauciones, mi ginecologa quería verme dos veces a la semana, una para mi control regular y la otra para hacer un ‘Non Stress Test’ que constaba en conectarse al monitor para chequear los latidos del corazón del bebé.
Mi pies estaban hinchados,estaba super cansada y aunque seguía trabajando, realmente no hacía mucho esfuerzo físico porque el cuerpo ya no me daba para mucho, de hecho, el caminar del estacionamiento a mi oficina me llevaba una eternidad porque iba a paso de tortuga.
Lo que más me asustaba era ese dolorcito de cabeza que no se iba, pero el estar pendiente de los movimientos del bebe me mantenía entre todo tranquila.
Al final de las 36 semanas salimos corriendo al hospital porque el dolor de cabeza se había intensificado, me sentía fatal y no podía encontrar una posición cómoda para estar, además me había despertado a eso de las tres de la mañana y no podía sentir al bebé, a pesar de que era su hora acostumbrada para activarse un poco.
Recuerdo que me levanté, me di una ducha y decidí salir para el hospital porque sabía del gran riesgo que corren los bebés cuando se tiene la presión alta durante el embarazo.
Cuando llegamos al hospital me tomaron la presión y efectivamente la tenía elevada, pero por suerte me dejaron en observación por unas horas y pudieron controlar mi presión, así que me mandaron de vuelta a casa, con la condición de que hiciera la recolección de orina por 24 horas como me había recetado el médico, y que si empeoraba o dejaba de sentir al bebé volviese.
¡Llegué a las 37 semanas!
El lunes llegó y aparentemente todo lucía bien en mi orina porque no había proteína, de todas maneras usando cumpli las 37 semanas respire profundo y pensé, bueno, con Oliver llegaste a las 37 semanas tambien, asi que puedes tenerlo en cualquier momento.
Esa semana dormí poco y si no hubiese sido por mi Mamá, creo que hubiésemos comido pizza cada noche porque llegaba del trabajo y literalmente me tiraba en el sofá a descansar. Las contracciones seguían presentes, pero algo en mi corazón me decía que el sueño de tener un VBAC (vaginal birth after a cesarean) cada vez más distante.
Al final de la semana 37 tuve el non stress test y el bebé seguía de lo más cómodo dentro de mi panza, sin embargo mis tobillos no lo estaban tomando muy bien.
¡Hola Semana 38!
Realmente no recuerdo mucho ese fin de semana, lo único que sé que cuando llegó el domingo y aún estaba embarazada, supe que tenía que documentarlo porque no solo era la primera vez que estaba embarazada tanto tiempo, sino que también significaba que el reloj estaba en mi contra.
Digo que el reloj estaba en mi contra porque al ser una paciente de alto riesgo, haber tenido previamente una cesárea y estar tomando medicamentos para controlar la presión, tenía que cumplir ciertos criterios para que me dejaran tener el VBAC.
Entre las condiciones estaba que tenía que entrar en labor de parto por mi misma, ya que es un grupo de doctores algo conservadores y no inducen el parto a mujeres embarazadas que ya tuvieron una cesárea, pero además no me dejaban pasar de la semana 39, así que tenía la cesárea programada para el 31 de Julio.
Yo la verdad estuve de acuerdo con las reglas del juego, porque aunque soñaba con tener un VBAC, también estaba consciente que mi cuerpo al llegar a cierto tiempo de gestación tira la toalla y empieza a portarse mal.
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