La Encapsulación de Placenta fue algo que descubrí después de tener mi segundo hijo. Realmente ya habíamos decidido no tener más hijos así que pensé… ¡Me lo perdí! Sin embargo, siendo tan obsesionada con todo lo que tiene que ver con embarazo, partos y crianza en general, me dio por aprender un poquito más, de hecho, hasta entrevisté a una Doula que encapsula en el podcast (puedes escuchar el episodio aquí), y me parecía la cosa más fascinante del mundo.
Dos años después de tener a mi segundo hijo me entero que estoy embarazada y no lo pensé dos veces y empecé a buscar a alguien localmente que ofreciera el servicio de encapsulación de placenta. Era mi oportunidad de pertenecer a un club que solo tenía cosas buenas para decir de la práctica.
Lo primero que hice fue contactar a una doula que ofrecía tanto acompañamiento como encapsulación de placenta, ya que me estaba yendo por un VBAC (parto vaginal después de una cesárea) y realmente quería todo el apoyo que pudiese, además, nunca antes había tenido una doula, porque también las conocí después de mi segundo hijo.
Busqué por internet y encontré a Megan, la llamé por teléfono y me dijo que tenía varios paquetes, y justo tenía uno que incluía las dos cosas que quería y salía todo por $1,000, $750 por el acompañamiento y $250 por la encapsulación de placenta.
Le hablé de mis deseos de VBAC y de las posibilidades de terminar en una cesárea porque el grupo de médicos que me estaba atendiendo no inducían luego de una cesárea, así que mi cuerpo debía empezar la labor de parto espontáneamente para ellos dejar que todo siguiera su curso.
Me preguntó el nombre del hospital y lamentablemente me dijo que ese hospital no permite entrar a las doulas al quirófano y que, de terminar en cesárea, igualmente me saldría $1,000 por todo. Creo que sintió mi decepción en mi voz y me dijo que de solo querer la encapsulación de placenta me saldría $275, así que le dije que lo iba a pensar.
Hablé con mi esposo y a la final decidí irme solo por la encapsulación de placenta, así que la contacté de nuevo, firmé el contrato y le di la mitad del dinero por adelantado como estipulaba el contrato.
Cuando me enviaron directamente al quirófano desde mi cita prenatal en la semana 38, me alegré mucho, no solo porque iba a conocer a mi bebé y saber si era niño o niña, pero también por haber seguido mi instinto y no contratar un servicio que no iba a utilizar.
Aproveché a llamar a Megan y dejarle saber que el bebé iba a nacer por cesárea esa noche y ella me dijo que podía ir hasta mi casa para empezar el proceso de encapsulación de placenta siempre y cuando hubiese alguien en casa para dejarla entrar.
Una vez en el cuarto donde me iban a preparar para la cesárea, le dejé saber a todo el equipo médico que quería llevarme la placenta. Me trajeron los papeles que debía firmar para que me la entregaran y cuando me doy vuelta a preguntarle a mi esposo por la nevera que se suponía debía traer, se dio cuenta que nunca la agarro.
Cuando me sacaron del quirófano me entregaron la placenta, estaba dentro de un envase plástico con tapa y el envase dentro de una bolsa verde, de esas que les dan a los pacientes para que guarden sus cosas, así que pedimos hielo para que mi esposo la pudiera llevar a casa.
Mientras yo estaba en el hospital, Megan fue a casa dos días seguidos. Primero para preparar la placenta y meterla en el deshidratador y el segundo días para molerla y meterla en las cápsulas.
Lo que nunca me imaginé
Una vez llegué a casa me encontré con una bolsita muy linda en la nevera, dentro estaba un frasco con las cápsulas y envuelto en papel seda un pedacito del cordón umbilical de Gio, lo cual me tomó por sorpresa porque realmente ella nunca mencionó que era parte del paquete.
Las cápsulas tenían las instrucciones de como tomarlas, así que de una vez empecé a tomarlas.
Para mi sorpresa si les sentí olor, no olor a malo, pero tampoco placentero, realmente no sé cómo describirlo, pero era como carne y debo decir que, aunque me las tomé, si me dio asquito.
Al día siguiente me empecé a sentir medio rara, como si la presión la tuviese alta. Me dolía la cabeza y estaba como aturdida.
Las continúe tomando, al segundo día en la mañana, pero me olvidé e tomarme las de la tarde y la noche y mágicamente se me fue el dolor de cabeza y me empecé a sentir mejor.
Debo confesar que algo dentro de mí sabía que eran las pastillas las que me estaban haciendo doler la cabeza; pero algo dentro de mí también se negaba a creer que no me servían, después de todo, había leído cientos de testimonios de mamás de juraban y perjuraban que eran lo mejor del mundo.
Al tercer día las volví a tomar y me pasó exactamente lo mismo, la cabeza me iba a explotar. En ese momento tomé la decisión de no tomarlas más.
Recientemente mi hermana me preguntó mi experiencia con la encapsulación de placenta y me dio un remordimiento de conciencia terrible porque a nadie le he dicho nunca cómo me sentí realmente, así que le fui sincera y le confesé que las tenía metidas en la nevera porque cuando las empecé a tomar, se me subió la presión.
Mirando el lado positivo
Luego de mucho tiempo fue que caí en cuenta que todos los médicos me habían dicho que mi presión alta durante el embarazo se quitaba una vez sacaran la placenta, es por eso que el remedio es que nazca el bebé. En ningún momento me pasó por la mente que eso mismo que estaba afectando mi presión estando dentro, podía seguir ejerciendo el mismo efecto una vez saliera de mí y lo consumiera de forma diferente.
Realmente no siento que perdí mi dinero, al contrario, lo veo como una muy buena oportunidad de demostrar que la encapsulación de placenta no es para todo el mundo y que es necesario hablar no solo de lo bueno, sino también de lo que no sale bien para que otras mamás tomen la mejor decisión no solo para su salud, sino para su presupuesto.
Me hubiese encantado ser de esas que dicen que les fue de maravilla, que les ayudó con el cansancio, que les ayudó con la producción de leche, pero no es así, soy del grupo que no tuvo buenos resultados, así que ahí siguen mi cápsulas, guardadas en la nevera después de un año.
¿Qué aprendí?
La única manera de saber que pertenecía al grupo al que no le caen bien fue encapsulando la placenta. Aprendí que hay que dejarle saber a los demás las condiciones que hemos tenido en pasados embarazos y que existe la posibilidad de desarrollarlas de nuevo.
Me llevó un año, pero finalmente aprendí que el ser diferente no me hace una traidora. Aunque no lo creas por mucho tiempo no quise contar mi historia para no darle una mala reputación, hasta que mi hermana me preguntó y me di cuenta que estas cosas se tienen que hablar y que mi experiencia por muy negativa que sea, puede ayudar a otra mamá a no pasar por lo misma, a ser mucho más preguntona que yo y a no dejarse llevar por lo que los demás hacen como lo hice yo.
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